LITERATURA

Monday, June 26, 2006

SANTA / LA CASA BLANCA

LA CASA BLANCA

Mg. Efrén Rebaza Custodio.
efrenrc@hotmail.com

Al sur del distrito de Santa, cerca a los limites con el distrito de Coishco, frente al actual oleocentro “San José” y en la propiedad del Señor José Rebaza Barreto, se encuentran aún los restos de lo que otrora fuera una impresionante casona de típica arquitectura colonial que, a no dudarlo, en sus tiempos, fue toda una joya en su género en el Valle del Santa.

Aún no sabemos la fecha de su construcción, pero por sus características e informaciones de ciudadanos de muy avanzada edad, además de los estudios realizados a sus materiales de construcción y de acuerdo a sus estilos, se puede asegurar que se construyó a mediados del siglo IXX. Sus impresionantes muros –paredes- del primer piso de la casona tenían 70 centímetros de ancho aproximadamente y llevaban dos ladrillos de cabeza y dos al centro. Se utilizó como amalgama para unir los ladrillos el material denominado calicanto y arena y no el cemento porque no existía. Sus paredes tenían dimensiones aproximadas de 30 metros. x 35 metros. x 3 metros. de alto por piso. Su área era de novecientos metros cuadrados sin contar otros espacios fuera de la estructura central, levantadas sobre columnas de gruesas maderas. Sus impresionantes ventanales de hierro, de 2.10 metros de alto por 1.20 metros de ancho, en la parte alta culminaban a manera de media luna (arábiga) protegidas por rejas de hierro, y muy cerca de ambos ventanales se encontraba un amplio y grueso portón de madera por la cuál ingresaban los inquilinos de esta casona para acceder, también, a los pisos superiores mediante una ancha escalera de madera.

Esta escalera de fina madera contaba con un amplio descanso a mitad del ascenso. El segundo piso, diferencia del primero, estaba enteramente construido de fina madera, y gruesos cuartones de madera sostenían el piso del mismo material. Las amplias habitaciones en sus inicios fueron decoradas con papel que aún se podía ver impregnado en sus paredes. Contaba con amplios pasadizos protegidos por largos balcones en madera tallada, los cuales comunicaban a un amplio patio superior elaborado con grandes tablas de madera y sostenida por largos y fuertes columnas de fina madera tallada, los cuales se proyectaban al piso superior.

Por una segunda escalera, un poco estrecha, se accedía a un tercer piso construido totalmente de quincha, caña y barro muy bien acabado, y las columnas que se proyectaban desde la primera planta sostenían el techo de madera, el mismo que a la vez sostenía a un tragaluz a dos aguas y de regular tamaño; y, dicho sea de paso, los jóvenes inquilinos pasaban sus horas de descanso en este techo gozando de la fresca brisa del cercano mar evitando así los molestosos zancudos, a riesgo de los efectos de las punzantes astillas de las viejas maderas y los fastidiosos pescadillos mordedores.

Por lo que se puede deducir, es muy probable que esta construcción, en el pasado, fue una casa hacienda, y lo afirmo en la medida que al frente de la entrada principal, separados por unos 30 metros, se levantaban en forma de pabellón, unos ranchos de adobe que como en todas las haciendas costeñas servían para la morada de sus peones. Y en las inmediaciones también se encontraba un bonito y profundo pozo de ladrillo y calicanto del cual se abastecía de suficiente agua la población allí residente.

Esta casona, por muchos años descuidada, estaba dentro del fundo del Ing. Piñella, cuyo administrador, el jovial y risueño lambayecano “gordo” Narciso “Shisho” Castro, ordenó ocupar estos ambientes a los peones del fundo. En estos ambientes, allá por los años sesenta, vivían algunas familias de peones, tales como: Polo-Caballero, Horna–Castro, Zavaleta-Paredes, Rodolfo Chuqui mi familia y otros; los mismos que al ocurrir el devastador terremoto del 31 de Mayo de 1970 tomaron diferentes rumbos.

Pero, curiosamente, a pesar de la violencia del terremoto, la Casa Blanca resistió, los daños causados fueron mínimos, entre ellos el lindo patio de madera del segundo piso quedo algo inclinado en uno de sus extremos, y se produjeron unas pequeñas rajaduras así como el hundimiento de la casa a más o menos un metro bajo tierra a la altura de la base de las ventanas. Lamentablemente, la Casa Blanca fue canibalizada por un terrateniente de la zona y otros debido a que estaban desinformados del valor de este patrimonio cultural. Las autoridades no la resguardaron ni realizaron algún trabajo de restauración, de modo que empezaron a sacar sus antiguas cañas del techo y su madera, quedando al final las frías paredes como mudos testigos de la destrucción. Pasados los años, éstas se fueron cayendo por el tiempo y la humedad proveniente de los cercanos campos de cultivo de arroz. Hoy quedan algunas pequeñas huellas físicas como muestras de la hermosa arquitectura que allí se levanto.

LOS MALOS ESPIRITUS

Tal era la antigüedad de la casa Blanca y su origen desconocido que los mitos habían reemplazado a su historia, y tenía una fama siniestra que asustaba a los más tímidos. Allí, en casa, las luces de los candiles o “lamparines”, hechos con los recipientes de insecticidas, alumbraban las noches campestres, mientras afuera las luciérnagas alumbraban desde el oscuro y silencioso bosque adyacente. Y a las cinco de la mañana nos despertaba el sonido de la bocina de nuestro amigo panadero.

-Pan caliente como lo quiere la gente- decía el gordito Julio.
-Cacho a cien!!! Y con mantequita!!! –proseguía el vivaz panadero.
Pero claro, antes de sus bromas, ya había entregado el obligatorio par de panes al bravo perro guardián para evitar la mordida de éste.

Son muchas las personas que relatan que pasadas las horas de la media noche, en los altos de la casa blanca, los demonios se reunían para hacer sus danzas y actos macabros, otros dicen que allí vivía el propio Satanás y que los infaltables fantasmas iban y venían, pero la verdad es que, a simple vista, en horas de la noche, la casa Blanca inspiraba un enorme miedo que calaba hasta los huesos, escarapelaba la piel y erizaba los pelos de la nuca. Frente a estos comentarios, don José, el único habitante de la casona respondía.

- Son tonterías, cojudeces que dicen los haraganes- y retaba a dormir en ese lugar a quien así lo deseara, pero nadie quería coger el reto.

Mientras vivimos en esa zona nunca vimos algún diablo, salvo un peón al cual le habían colocado dicho apodo, por sus travesuras e indiscreciones.

Así era la Casa Blanca, joya arquitectónica del valle del Santa, destruida por el hombre, por aquellos que no conocían el valor histórico de dicha construcción y desprotegida por autoridades que en su debida oportunidad no supieron estar a la altura de las circunstancias y responsabilidades, así como se destruyeron importantes huacas preincas que, muy bien aprovechadas, podrían haber servido como importantes atractivos turísticos para ayudar al desarrollo de nuestro distrito y para enseñar, aquí en nuestro distrito, las etapas de la historia de nuestro país y desarrollando el amor y la identidad por lo nuestro. Cuidemos y de manera urgente trabajemos en la restauración de la casona Garatea ubicada en el sector la Huaca en el histórico distrito de santa.


Santa, Diciembre del 2005.

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